LUZ NEGRA DE UN GENIO















por: Alex Albornoz M.
¿Luz negra y luz blanca en la genialidad?, en cierta forma pero en ambos sentidos, Víctor Marie Hugo o tan solo Víctor Hugo, deslizó su vida por ambos hilos conductuales. Hilo de luz negra o hilo luz blanca, en fin, su genialidad se erigió en la lobreguez de su época, encaminándose hacia una luz que trasuntó la problemática de sus contemporáneos en puras genialidades, en insuperables obras.

¿Por qué menciono Luz negra?, a la visión de un genio, de entre genios. Quizás por dos razones, primero: que su último verso que exclamo entre sabanas viejas antes de morir fue: “Veo una luz negra” y segundo: que en sus pinturas se detallan paisajes de lugares sombríos, inspirados durante sus viajes por Bélgica, Alemania y España. Y las que expresaron su indignación por las injusticias sociales y el sufrimiento.

¿Y luz blanca de la genialidad?, porque fue un adelantado a su tiempo, un visionario defensor de la libertad y de la innovación. No olvidemos que con apenas seis años ya jugaba con las delicadas rimas francesas, que luego dieron vida a su primer poemario, -Cuaderno de versos franceses-. Y aún más, padre de algunos procedimientos que hasta ahora eran considerados como novedades propias del arte del siglo XX. No son entonces descabelladas las afirmaciones de Jean- Jacques Lebel, cuando dice que Hugo es más un ser fuera de la norma y fuera de la cronología que un hombre del siglo diecinueve.

Si partimos de la premisa que la genialidad es el don innato o la capacidad que tiene un hombre para crear nuevas formas, nunca avizoradas por el común, entonces Víctor Hugo es uno de un millón, ya que con solo mencionar a “Cromwell” (1827) y su archiconocido prefacio, demostró a la humanidad a su corta edad, su genial capacidad, logrando ingresar por la puerta grande, a la historia de la literatura mundial. A tal punto que se data que sus seguidores después de leerlo admitían que era para ellos como “admirar las tablas sagradas del Sinaí”. Algo que solo pudo causar la luz de un genio insospechado.

Ello no nos debe sorprender demasiado, Víctor Hugo fue un hombre que vivió su tiempo con intensidad. Del entonces incomprendido Charles Baudelaire dijo que había traído “le nouveau frisson” (nuevo estremecimiento) a la poesía francesa y del inasible poeta Leconte de Lisle dijo que había “robado el fuego del misterio”.

No cabe duda que su obra “Los Miserables”, es uno de esos casos extraordinarios, ¿quién o qué mortal pudo reunir a través de la palabra los sentimientos de miles y miles de personas?, Víctor lo hizo, los franceses lloraron con las primeras páginas, la muerte de Fantine. Sí pues, para pintar una batalla se necesita uno de esos pintores poderosos que tengan algo de caos en el pincel.

Y fue tanta su fama en vida, que es hasta hora el único escritor que vivió en una calle con su nombre (en Paris). Y fue tal su modestia que fue velado dos noches bajo el Arco del Triunfo, para luego ser trasladado al cementerio de Paris, a una tumba sencilla que disonaba con la dimensión casi hiperbólica de su vasta obra y de su vida.

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