WATANABE: el vate de la Piedra Alada


por: Alex Albornoz M.

El cáncer no distingue, no selecciona, aparece ahí, justo ahí, cuando menos lo esperamos y en quienes menos lo esperamos. Esta vez el verdugo cáncer, una vez más, esta enfermedad tiende su oscuro velo sobre un bardo de la poesía. José Watanabe peruano de raíces, pero de padre nipón sucumbe célebre.

Y susurra a los oídos de la muerte: —“me dejará la muerte / gritar / como ahora y mientras tanto escucho / no un grito sino un susurro…”— queriendo conversar con ella, estrechando su fría mano, aspirando dar vida hasta en lo muerto. Será el 25 de abril del 2007 una de las fechas más recordadas, memorables, porque fue un 25 cuando Watanabe partió airoso, pero humilde como él mismo, como lo que lo caracterizaba.

Todos aquellos que siguieron de cerca sus logros y creaciones, garantizan como poniendo sus manos al fuego, su carismática humildad. Como es sabido fue una de las voces insulares más prominentes de entre los Poetas de la generación de los 70’s. En la cual encontramos voces tan sublimes como: Antonio Cisneros, Abelardo Sánchez León, Rodolfo Hinostroza, Enrique Verástegui, entre otros.

Más aún como olvidar allá, en sus inicios, cuando ganó en 1970 el primer premio del concurso Joven Poeta del Perú con el poemario Álbum de Familia. Luego sus éxitos ya los conocemos, sus innovaciones, sus creaciones, han sido un apunte más en nuestra larga ringlera de aportes intelectuales a la humanidad; de sensibilidad, de emoción, de pasión, de dolor, porque eso es precisamente lo que bombardea continuamente a un poeta. Donde el cuerpo no sólo es esclavo de las pasiones: —“antes yo llevaba mi cuerpo donde yo quería / hoy es mi cuerpo el que me lleva a donde el puede llegar / que ya no es muy lejos / el cuerpo mi impone sus reglas y a veces su lastre”—

Sus palabras decían: —“Yo, la verdad, no busco que el poema exprese una trascendencia. Yo tengo más o menos una visión panteísta del mundo y creo que allí está la trascendencia en mis poemas. Por mi propia visión religiosa, entendiendo que la religión está más allá de cualquier religión institucionalizada, y en esa medida creo que allí se filtra ese deseo de trascendencia” Sí pues, su poesía no da una moraleja, una sentencia, sino que facilita la sugerencia, a través de sus personajes narradores.

“Yo no soy de esos poetas que se andan quejando, que dicen que les angustia y les cuesta mucho escribir. Yo soy muy feliz cuando escribo. Pero lo soy más cuando vivo ese momento fugaz que, en efecto, es la felicidad. Camino sin pensar en poesía, sin pensar en nada y, de pronto, descubro una verdad” y en efecto el escribir causa en uno, una emotividad que no la causa otra, y Watanabe cada vez que nos entregaba, desde su primigenia obra ya menciona hasta la Piedra Alada, engloba un conjunto de profundos versos.

Pero su poesía, su poética, suscribe no sólo manifestaciones emocionales, llamadas refre-namientos; sino además la forma poética del Haiku, una voz oriental de la naturaleza pura y real. Y es ahí donde Watabane describe los fenómenos que percibe en su belleza inocente de toda prisa por vivir, de toda ideología y de toda pasión.
El haiku expresa esta voluntad de dejar que las cosas vivan y se den mientras el poeta queda inerte en la inacción, en solo la contemplación. Su poesía no puede ser considerada haiku, aunque su efecto se acerque. Sino que son más bien parábolas, breves narraciones que alegorizan situaciones humanas en las que cualquiera puede reconocerse, trabajando muy bien el clásico carpe diem.

Pues bien, desde aquí, el Grupo Mendivil (de la escuela de Periodismo Jaime Bausate y Mesa) le rinde un pequeño homenaje a tan notable poeta, por que su poesía vio en las cosas inertes, la vida que encierran estas cuando un humano comparte sus emociones con ellas, la Piedra Alada así lo refiere: “Entonces pensé: mi madre ha muerto y ya no me recuerda, ya no soy recuerdo de mi madre, en cambio quizás sí sea recuerdo de esa piedra.” Sólo queda eternizar su vida y obra, aunque el quizás permanezca callado sin vanagloriarse. Ve en paz poeta.

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