Donde unos son creativos y otros los recreativos
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por: Eloy Jáuregui. Un intelectual, aquí o acullá, es un ser desechable. Biodegradable le dicen ahora. En el Perú es mucho más, y desde siempre. Un microempresario de lencería de cuy es más importante. Un minero igual. Y está bien. El sempiterno llanto nacional opera tanto para el quejudo o el conchudo.
Al intelectual no. Palo con él. Que sufra por cojudo. Para qué abstrae de la cosa nacional. Para qué mete su nariz. Para qué lee. Para qué escribe. Para qué publica. Para qué expone. Entonces, encebóllenlo, que se atolle. Pásalo por la Sunat. Dale de su Snip. Ábrele proceso. Vigila su CTS. Rómpele el secreto bancario. Jódelo con la Contraloría. Es un Estado perverso y converso. Siniestro y desalmado. Destruye la inteligencia y alienta la estulticia. Con el tiempo ha perfeccionado su artefacto de exterminio. Silenciar al lúcido. Eso les pasó a Vallejo y a Carlos Oquendo de Amat. A Basadre y a Flores Galindo. Con ello mataron a Mariátegui y a Arguedas.
Y con ese método quieren eliminar al Dr. Hugo Neira, un peruano ilustre, uno de los seis mejores escritores de ensayo en lengua castellana, como fue distinguido en Weimar por un jurado internacional en el 2003. Y sabe demasiado, dicen los del palo encebado. Y es discípulo de Raúl Porras, chillan los obtusos. Y por 27 años ha sido profesor titular en Francia, vociferan los imbéciles.
Y mándelos a la mierda, Neira. Que este Estado latente de gamonales y sátrapas, curas y burócratas no le toque el espolón. Porque ahora entiendo la ira de González Prada. Como el hartazgo de Túpac Amaru y Juan Santos Atahualpa, y el arrebato de Rumi-Maqui y Atusparia. Insurrectos y rebeldes contra una maquinaria opresora que sigue operando a nombre de la modernidad, la inversión y la globalización. Qué tal lisura. Si el Perú es una contradicción neurótica, el Estado mata a sus intelectuales para preservar ese orden nocivo. Pero a Neira, no podrán matarlo. Lo juro.
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