EL CASO DE LA “ENFERMERA DE KUWAIT”
Uno de los ejemplos clásicos de cómo el gobierno de los Estados Unidos es capaz de manipular a su población para llevarlos a una guerra no deseada, es sin lugar a dudas el caso de la llamada “enfermera de Kuwait”. Un hecho que concitó la atención del pueblo estadounidense y de la comunidad internacional y que motivó la luz verde a lo que luego sería la primera incursión norteamericana en tierra iraquí, es decir, la Primera Guerra del Golfo (1990-1991) conocida también como Tormenta en el desierto.
La enfermera de Kuwait
La historia de la enfermera de Kuwait se inicia el 10 de octubre de 1990, cuando el gobierno de los Estados Unidos, presidido por George Bush padre, presentó ante el Parlamento a una enfermera kuwaití de quince años, de quien se decía era la principal testigo de la tiranía del régimen iraquí, gobernado ya desde ese entonces por Sadam Hussein.
Pues bien, la muchacha, quien dio su testimonio de manera anónima debido a la gravedad de sus acusaciones, le contó al Senado estadounidense los terribles hechos que ocurrieron en la maternidad de la capital iraquí.
La enfermera contó que una oportunidad observó cómo soldados iraquíes ingresaron al hospital de la ciudad y luego de ingresar al cuarto en donde se encontraban las incubadoras de los recién nacidos, comenzaron a matar a todos los bebés que allí se encontraban. Textualmente la enfermera dijo: “Ellos tomaron los bebés fuera de las incubadoras, tomaron las incubadoras, y dejaron a los bebés morir sobre el piso frío”.
Esta es la versión de la “Enfermera de Kuwait”.
Como han visto, todo esto lo dijo entre lágrimas, sumamente acongojada, frente a las cámaras de varios medios de comunicación. Por supuesto, las imágenes de estas declaraciones dieron la vuelta al mundo y fueron escuchadas y vistas en todos los noticiarios y leídas en todo tipo de diarios y revistas.
Esto provocó de inmediato la indignación no sólo del pueblo estadounidense, sino también de distintos organismos internacionales como el de la ONU y Amnistía Internacional, instituciones adonde fue también la enfermera a contar la misma historia. Es decir, si había alguien que no apoyaba en ese entonces la incursión y posterior invasión de Irak, luego del testimonio de la joven, era un deber hacerlo.
Y así fue, el pueblo estadounidense (incluido el Congreso) y la comunidad internacional (incluido la ONU) apoyó al final la incursión norteamericana a Irak, gracias a las declaraciones “valientes” de la joven.
Mentiras verdaderas
Sin embargo, lo terrible vino después. Y es que luego de un tiempo se supo que todo ese tinglado de lágrimas y denuncias humanitarias no era más que una burda mentira. Así es, la llamada enfermera no era tal sino que la hija del embajador de Kuwait en Washington, Saud Nasir al-Sabah, Nayirah al-Sabah, que se había prestado a un trabajo de manipulación del gobierno de Bush para llevar a cabo una propaganda masiva para apoyar la guerra en Irak.
Se supo que Nayirah no fue testigo de nada en Kuwait, es más se dice que estaba en Estados Unidos en esos tiempos, tampoco era enfermera y la clínica que mencionaba como lugar del infanticidio, tampoco existía.
Al final su testimonio no fue más que un guión bien elaborado por una agencia de relaciones públicas vinculada al gobierno para provocar el apoyo de la población estadounidense a la guerra.
Historias creíbles, increíbles
Pero acá queda la reflexión, pues estoy seguro que alguien, en ese entonces, al ver el testimonio de la joven no habría pensado nunca que aquello se trataría de un engaño, y es que ¿quién se atrevería a crear una historia en donde hay muerte de niños asesinados para motivar una guerra?, o es más, ¿cómo alguien podría salir en la televisión y prestarse para llevar a cabo un engaño así? Menos aún una niña de quince años.
Pues como hemos visto, sí ocurrió, y pueden imaginarse lo que en el fondo esta mentira significó, no en cuestiones políticas, geopolíticas o económicas, que importó y mucho, sino, en vidas humanas, de soldados tantos estadounidenses e iraquíes que murieron en esa incursión, en los civiles que murieron, en los verdaderos niños que fallecieron en esos ataques militares.
Quizá por esto resulta comprensible que eventos como el ataque japonés a Pearl Harbor o el atentado terrorista contra las Torres Gemelas, en la que cada una de ellas terminó con su respectiva guerra, levante tantas suspicacias en algunas personas y me parece terrible que a esas dudas o cuestionamientos, simplemente se les menosprecie bajo el título de “teorías conspiranoicas” o poco más que cosa de locos y alucinados. Después de todo, basta con preguntarse ¿acaso el tema de las armas de destrucción masiva que provocó la invasión reciente a Irak, no fue también una vulgar mentira?
Impactante. Cosas que se saben, pero que nunca tendran un justo juicio.
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